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Vivir en la comunidad. Espacios de vida post COVID-19 para las personas en situación de dependencia

Las políticas europeas están avanzando hacia un conjunto de iniciativas en los cuidados de larga duración (CLD) para que sean accesibles, sostenibles y de calidad, en particular los servicios de atención domiciliaria y comunitarios. El Servicio de ayuda a domicilio (SAD) se ha venido identificando como el más adecuado a estos fines, ya que pretende facilitar que las personas con necesidad de apoyos y CLD puedan continuar viviendo en su casa, evitando institucionalizaciones, mediante la provisión de un conjunto de tareas y actuaciones para cubrir las necesidades de quienes tienen dificultades para llevar una vida con autonomía e independencia. 

Sin embargo, se ha constatado en diferentes estudios (por ejemplo, de la FEMP, Fundación Caser y Fundación Pilares, SIIS, entre otros) que el SAD, en su conceptualización actual, resulta insuficiente para cubrir la diversidad de necesidades que presentan las personas y sus familias, lo que también se constata en los diferentes informes de las actuales políticas europeas, las recomendaciones y propuestas de la OMS. A ello hay que sumar que la pandemia de COVID-19 ha  revelado nuevos desafíos a la atención domiciliaria, lo que implica que el SAD debe ser repensado y trascender su actual conceptualización desde un enfoque inclusivo, garantizando el derecho y las preferencias de las personas a vivir dónde y cómo ellas quieran y que dispongan de la atención integral, flexible  y personalizada que necesitan para ello.

En este contexto se enmarca el proyecto “Vivir en la comunidad. Espacios de vida post COVID19 para las personas en situación de dependencia” en la tercera edición del “Programa de Ayudas a la Investigación Sociosanitaria” de la Fundación Caser, cuyo objetivo es aportar nuevo conocimiento sobre las dificultades existentes para lograr la adecuación de la atención domiciliaria (social y sanitaria) a las necesidades de las personas que requieren cuidados de larga duración, comparando los servicios que, de manera tradicional, se vienen prestando en la mayoría de los lugares, con algunas experiencias que se realizan en España siguiendo un modelo alternativo sociosanitario, integrado y centrado en las personas.

La metodología adoptada en el proyecto ha seguido un enfoque participativo a partir de la identificación de indicadores sociales, basado en la estrategia de triangulación con metodología multimétodo, que aplica la combinación de métodos, técnicas y diferentes enfoques a partir de la obtención de datos tanto cuantitativos como cualitativos.

En la parte cuantitativa, se llevó a cabo el diseño de dos cuestionarios: uno dirigido a  personas coordinadoras y otro a trabajadoras familiares y auxiliares, tanto  del SAD prestado por los servicios sociales, como del programa de atención sociosanitaria ofrecido desde los servicios de salud. La encuesta contiene aspectos sobre las dificultades profesionales, la calidad de los servicios, sus roles profesionales y la visión personal sobre estos estos recursos y su futura evolución. Se trataba de recoger la opinión de las personas protagonistas: las coordinadoras del Servicio de Atención Domiciliaria y quienes lo prestan directamente en los domicilios.

Mediante la fase de la investigación cualitativa se trató de aproximar de manera más amplia la exploración y comprensión del SAD y, además de pulsar la valoración del cuerpo profesional de atención directa , se incluyó a profesionales y expertos y, como no podía ser de otra manera, también se recogió la voz de las personas mayores que viven en sus domicilios y sus familiares.  

De los principales resultados de la fase de análisis cualitativo cabe destacar que la COVID-19 ha supuesto un revulsivo, incrementando la vulnerabilidad de las personas mayores en situación de dependencia, que se ha agravado por la limitación y/o cierre de espacios sociales (por ejemplo, el cierre de los centros de día y los centros sociales), provocando el aumento de situaciones de aislamiento social y sentimiento de soledad no deseada, así como la merma de  sus condiciones cognitivas y físicas, debido a las dificultades generadas por el confinamiento o el miedo al contagio. En cuanto a la organización de los apoyos y servicios que precisan las personas para seguir viviendo en casa, también ha podido constatarse que sigue persistiendo su fragmentación y burocracia, lo que amenaza la sostenibilidad de las políticas públicas dirigidas a este grupo de población. Las personas a las que hemos escuchado remarcan la urgencia de afrontar los retos que se presentan de cara al futuro para afrontar adecuadamente el cambio demográfico y los CLD, en pro de un envejecimiento activo y saludable con políticas integrales y centradas en las personas favoreciendo la permanencia en el domicilio y en su entorno comunitario, evitando la institucionalización y dando continuidad a los proyectos de vida de las personas.

En suma, y confirmando otros estudios, la atención domiciliaria posee una gran potencialidad para aportar una acción tanto preventiva y de promoción de la salud, como mitigadora de situaciones de vulnerabilidad o dependencia, ajustándose a las preferencias y necesidades de la persona cuidada y de las familias cuidadoras.

Se ha podido constatar también en la investigación que la pandemia ha dejado a su vez experiencias positivas de atención domiciliaria avanzada que pueden servir de pauta para integrarse en procesos transformadores y de suministro de apoyos que incrementen la calidad de vida y el bienestar y eviten institucionalizaciones. Desde el SAD convencional podrían generarse cambios para ampliar su contenido y desarrollar una atención en el entorno que integre diferentes actuaciones y dimensiones de los servicios sociales y sanitarios. Se sugiere, en consecuencia, que las partes involucradas en el ámbito de los CLD necesitan ser reevaluadas y trascender al ámbito de los servicios clásicos. A su vez, otros sectores, como el sistema de empleo, el educativo, el de vivienda, el urbanístico, el tecnológico, así como la comunidad y las organizaciones sociales podrían tener cada día más presencia a la hora de incorporar respuestas de carácter innovador y libres de estereotipos sobre la vejez.

Este texto es un resumen del proyecto “Vivir en Comunidad. Espacios de vida post COVID19 para las personas en situación de dependencia”, realizado por la Fundación Pilares para la Autonomía Personal con financiación de la tercera Edición del Programa de Ayudas a la Investigación Sociosanitaria.

Pilar Rodríguez-Rodríguez y Vanessa Zorrilla-Muñoz. Fundación Pilares.