La importancia de la educación inclusiva en la consolidación del estado de bienestar en España.
La creación y consolidación del Estado de bienestar ha sido uno de los grandes referentes en la lucha contra las desigualdades. Sus pilares, basados en la cohesión social, las políticas redistributivas y la solidaridad, han supuesto el acceso universal y gratuito a la sanidad y la educación, así como todo un entramado de servicios sociales que han atendido las necesidades básicas de las personas y de las familias, con equidad e igualdad de oportunidades como principios. El derecho a la educación inclusiva aspira a hacer efectivo para todas las personas el derecho a una educación de calidad, que es la base de una sociedad más justa e igualitaria. No hay duda que la educación inclusiva se constituye como un pilar fundamental del Estado de bienestar, perfilándose claramente como eje vertebrador del resto de elementos que lo definen y conforman.
Entendemos que la educación inclusiva contribuye directamente al logro de determinados fines sociales sobre los que tiene responsabilidad y actúa como principal agente de socialización en correspondencia con los principios propios de un modelo social basado en los derechos humanos. De esta manera, podemos definir la educación inclusiva como: “un proceso pedagógico y ético, orientado al logro de una estructura social justa, lo que supone ofrecer a todas las personas sin distinción, un tratamiento educativo equitativo y adecuado a sus características personales de diversa índole, actuando conforme al derecho a la educación”.
La inclusión de las necesidades de todos y cada uno de los miembros de la comunidad educativa hace que se conviertan en necesidades de la escuela y se opte por un proyecto común, al tiempo que se adopta una serie de valores y actitudes que van cuajando en una cultura común de apoyo mutuo, de modo que todos puedan sentirse valorados y aceptados como pertenecientes a una única comunidad y valiosos para la misma. La inclusión transciende en el ámbito de la escuela y de la educación porque supone un pensamiento social transformador, llegando a constituir una verdadera filosofía de la inclusión a todos los niveles. La inclusión, por tanto, tiene relación con el desarrollo de sociedades que acogen la diversidad, y desde este punto de vista la educación inclusiva propone una ética basada en la participación activa, social y democrática y, sobre todo, en la igualdad de oportunidades. Es decir, la educación inclusiva forma parte de un proceso de inclusión social más amplio.
Los objetivos de la educación inclusiva se pueden resumir en tres grandes líneas de actuación que suponen beneficios o ventajas directamente relacionados con el Estado de bienestar:
• Promover la justicia.
• Trabajar con sentido de comunidad.
• Lograr una educación de calidad.
Los retos en las sociedades del bienestar del siglo XXI son numerosos y complejos: el pleno empleo, la solidaridad, el futuro sostenible y las prestaciones sociales universales, gratuitas y de calidad en materia de educación y sanidad, entre otros. Son retos que surgen básicamente, como consecuencia de los cambios a los que se ve sometida la población humana. Pero de entre todos estos desafíos destaca el interés y la preferencia por la universalidad y calidad de la educación, al considerar que las sociedades bien formadas son las que mejor podrán garantizar el resto de logros. Todas las cuestiones planteadas suponen una nueva filosofía en el bienestar, que pretende consolidar nuevos sistemas públicos para la cobertura de necesidades sociales básicas orientados hacia el reconocimiento de derechos sociales universales y la potenciación de la prevención de las situaciones de necesidad, hacia el desarrollo social y humano.
En las bases del Estado de Bienestar se encuentran conceptos como el de ciudadanía, cohesión social, solidaridad, universalidad, gratuidad y protección social, entre otros, que en realidad definen un modelo de sociedad deseable y justo. Pero la realidad es que la fluctuación de factores tan diversos como los demográficos, económicos y políticos, provocan profundos cambios sociales que nos llevan a situarnos en otras bases conceptuales diametralmente opuestas a las anteriormente citadas como son: el individualismo, la competitividad, la cultura de la inmediatez y el hedonismo. Lo que provoca que el Estado de bienestar se vea cuestionado en su forma, necesidad, sostenibilidad y el afrontamiento de determinados desafíos. Por tanto, ante esta situación y con la necesidad imperiosa de revertir esta realidad, urge contar con un instrumento educativo potente, de calidad y coherente con los planteamientos y fines del Estado de bienestar.
Esta entrada es un extracto del artículo “La importancia de la educación inclusiva en la consolidación del estado de bienestar en España.”, de Marta Medina García, publicado en el número 25 de la revista Actas de Coordinación Sociosanitaria.