Todas las personas a lo largo de nuestro ciclo vital tenemos un mayor o menor equilibrio entre nuestra autonomía funcional o capacidad de desenvolvernos en nuestra vida cotidiana y nuestra integración relacional. Ello justifica que una rama de la acción pro bienestar (los servicios sociales) se ocupe específicamente de proteger y promover ese bien.
En un sentido coincidente, el Colegio Oficial de Trabajo Social de Cataluña identifica para un nuevo concepto de servicios sociales tres necesidades: “promover la autonomía personal, incluida la capacidad de decidir, y atender a las situaciones de dependencia mediante servicios de calidad; contribuir al ejercicio de los derechos y los deberes de las personas; ofrecer apoyo para compensar las limitaciones de desenvolvimiento personal de relación y de integración social y comunitaria por razón de la discapacidad, la discriminación, la falta grave de oportunidades o las derivadas de momentos disruptivos de la vida”.
La mayor parte de las demandas y necesidades que históricamente han sido vistas y abordadas por los servicios sociales como problemáticas de colectivos minoritarios son mejor vistas y abordadas si se entienden, se diagnostican y se atienden como necesidades de prevención y apoyo en lo que tiene que ver con la interacción activa de las personas en el seno de comunidades atravesadas por diversidades de género, generacionales, funcionales y culturales. Identificar así el objeto de los servicios sociales permite hacerlo en positivo y señalando una necesidad universal, es decir, que todas las personas tienen. Una necesidad que emerge de forma especialmente visible en nuestro contexto actual.
Lógicamente, no se espera que la ciudadanía comprenda y utilice el concepto abstracto de interacción, sino, más bien, que vaya identificando las prestaciones, apoyos y actividades valiosas que los servicios sociales le ofrecen a la hora de prevenir o afrontar situaciones en las que ven afectada su autonomía para el desenvolvimiento cotidiano o las estructuras, relacionales y apoyos existentes en sus redes familiares y comunitarias. Se esperaría a la vez, que la ciudadanía fuera comprendiendo que sus necesidades o problemas de salud, aprendizaje, empleo, alojamiento o ingresos económicos para la subsistencia material deberían ir teniendo cauces para su abordaje en los correspondientes ámbitos sectoriales.
En cualquier caso, se parte de la visión de que, en el contexto actual, el rápido y amplio crecimiento de las necesidades, demandas y riesgos relacionados con la interacción haría insostenible económica y socialmente el modelo orientado a tratar estos problemas por colectivos y separando a las personas de la comunidad. Se trata más bien de abordarlos en la comunidad, con tecnologías y servicios de proximidad y fortalecimiento por tanto, la atención primaria del sistema público de servicios sociales.
Todo ello nos induce en una agenda de personalización de los servicios, ya que es clave en la política sanitaria y de servicios sociales. La propuesta nos lanza también a una dinámica exigente de gestión del conocimiento, en la que deberá haber agentes mediadores capaces de tender puentes y borrar fronteras entre los diferentes agentes portadores de los diferentes tipos de conocimiento y entre las especializaciones tradicionales, muy vinculadas a colectivos poblacionales y disciplinas académicas y que funcionan en muchas ocasiones como verdaderos sitios incomunicados entre sí.
Posiblemente la prueba de este avance la encontremos en la innovación tecnológica, donde empieza a haber resultados prometedores y un número representativo de buenas prácticas que proporcionan un aumento de la independencia de las personas, un aumento de la productividad de las personas cuidadoras, mejor calidad de la atención, y la generación de ahorros que contribuyen a la sostenibilidad financiera del sistema de cuidados. Estos servicios basados en tecnologías cubren un amplio rango de servicios y productos basados en tecnología, diferentes, maduros y normalizados, que son capaces de responder efectivamente a un amplio conjunto de necesidades de cuidados de larga duración u otros apoyos.
Esta entrada es un extracto del artículo “Servicios Sociales y Atención Integrada”, de Fernando Fantova, publicado en el número 18 de la revista Actas de Coordinación Sociosanitaria. Puede acceder aquí al sumario y la descarga de la revista.