En 1978 nació en España la especialidad de medicina de familia; esta especialidad fue creada con el objetivo de mejorar la atención a la salud de los usuarios del Sistema Nacional de Salud, ante la necesidad de un cambio en que los profesionales de la medicina fuesen más cercanos a las personas, sus familias y su entorno comunitario.
La medicina de familia ejerce un importante papel en el sistema sanitario dado el impacto que genera nuestra correcta actuación sobre los niveles de salud de las personas, sus familias y la comunidad donde viven.
Su desarrollo en el ámbito de la Atención Primaria de Salud ha favorecido la adquisición de actitudes y aptitudes para valorar y aprender a manejar la globalidad e integridad de la atención, la tolerancia a la incertidumbre, la adaptación a los cambios y a la limitación de recursos, así como otras competencias esenciales, al margen de competencias clínicas requeridas clásicamente para el ejercicio de la medicina.
Las nuevas demandas en salud de la sociedad derivadas de los profundos cambios y nuevos fenómenos demográficos que se están produciendo, no pueden ser ajenos al médico de familia. Además de mejorar de forma continua la calidad de la atención que asegure una respuesta adecuada a los servicios que se le requieren, los médicos de familia deben potenciar los valores que legitiman su papel en la sociedad.
El ciudadano es el protagonista de la atención que presta el médico de familia. Sus actuaciones por encima de cualquier otro interés están encaminadas a la mejora y mantenimiento de su salud. El mejor médico de familia es aquel que más colabora en conseguir unos buenos resultados en la salud del colectivo al que atiende.
Respetar la autonomía del ciudadano no es sólo un deber ético, sino un objetivo de salud. El médico de familia facilita la información necesaria para que el propio paciente decida, con su colaboración, el curso de la atención que prefiere. A este respecto, la promoción de la autonomía del paciente para auto cuidarse es, en sí misma, un objetivo de salud esencial.
Al médico de familia le importa cada persona en su conjunto. A lo largo de toda su vida, atiende a personas con unos determinados problemas y creencias, inmersas en un contexto familiar y social que constituye un todo indivisible que también es objeto de su quehacer diario.
El médico de familia en su función de puerta de entrada al sistema sanitario, adquiere un compromiso social en el uso eficiente de los recursos sanitarios y en evitar activamente la discriminación en el acceso a los servicios de salud.
Como profesional que trabaja en el primer nivel de atención, el médico de familia debe asegurar una atención rápida a los ciudadanos que precisen, evitando la creación de barreras que dificulten el acceso a sus servicios o que favorezcan el acceso directo de los mismos a otros servicios más especializados.
El médico de familia conoce la relevancia de su papel dentro del sistema sanitario porque sabe la influencia que tienen en la salud, los factores sociales y económicos, y por ello detecta y colabora en la mejora de las condiciones de vida de la población a la que atiende.
Además de estos valores existen otros como el compromiso a la mejora continua, el compromiso con la propia especialidad y la formación de nuevos profesionales, el compromiso ético y el compromiso con el ámbito social y comunitario. De todos estos valores, cabe destacar los dos primeros que son los que más relevancia tienen, aunque a la hora de hablar de un buen médico de familia, todos son fundamentales.
Esta entrada es un extracto del artículo “El médico de familia y la coordinación sociosanitaria. ¿Entelequia o realidad?”, de María R. Fernández García, publicado en el número 17 de la revista Actas de Coordinación Sociosanitaria. Puede acceder aquí al sumario y la descarga de la revista.