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Foto de una mujer en una librería jurídica leyendo un libro de leyes

Cuando vives con una gran discapacidad aprendes a que, todo lo que te rodea, podría ser mejor pero te das cuenta que, siempre, hay gente a tu alrededor que te hace sentir que todo es posible. 

No es fácil que te pongan trabas a la hora de estudiar por no hacer un simple cambio de ubicación de una clase y propongan a tu familia matricularte en un centro educativo para personas con discapacidad intelectual cuando tu capacidad es similar a la de cualquier otro niño de un colegio ordinario. Pero fue mi madre la que no consistió “aparcarme” en un centro especial y siguió luchando para que yo tuviera la misma formación académica que pudiera tener cualquier niño de mi edad y con mis capacidades. Buscó y encontró un lugar en el que yo pude desarrollar y continuar mi educación. De ahí a la Universidad. 

Que fácil fue encontrar una universidad en la que me facilitaron todo lo que yo necesitaba a la hora de poder estudiar. Un profesor notó que me costaba mucho escribir y me propuso hacer el examen oral. Nunca había hecho un examen oral. Me tranquilizó diciéndome que sería una prueba y que, si me sentía a gusto, lo haríamos así. Cuando acabamos el examen, no sólo me dijo que había aprobado con un sobresaliente, sino que me aconsejó que todos los exámenes los hiciera de manera oral. Y que tenía derecho a solicitar a todos los profesores los exámenes orales. Para mí, aquello fue fundamental a la hora de poder avanzar puesto que, debido a ello, en los exámenes, yo podría desarrollar todo lo que había estudiado. ¡No me fue mal! Quedé la segunda de la promoción con un 8,9 de nota media en la Licenciatura de Derecho. Siempre hay alguien que aparece en tu vida para ofrecerte salidas.

A continuación, se planteaba el futuro. ¿Qué quería ser dentro del mundo jurídico? Siempre tuve un sentido justo y qué profesión mejor que la de Juez para administrar justicia. Pero, finalmente, no pudo ser. Me recomendaron no preparar esa oposición porque no iba a ser fácil, en silla de ruedas, desarrollar la labor de la judicatura y me propusieron otras profesiones. Otra vez, le tocó a mi madre ir a hablar con profesionales del ámbito jurídico para ver qué opciones tenía a la hora de preparar una oposición puesto que no todos los sitios eran accesibles y yo no podía acceder a ellos. 

Finalmente, opté por el Cuerpo de Notarios. De las oposiciones, de las más difíciles pero es lo que me gustaba y es lo que quería. Sabía que no sería fácil y que serían años de dedicación exclusiva al estudio pero pensé que me valdría la pena. En octubre de 1998, comencé a preparar la oposición en una de las Academias más importantes de España, tras haber consultado si podía acceder a dicha oposición por mi discapacidad. La respuesta fue positiva. Pero, cuando comencé a estudiar, todo fueron problemas. Recuerdo la primera frase de mi preparadora el primer día; “Mujer y discapacitada, dedícate a otra cosa!” La verdad es que ya empezaba mal pero quise seguir preparando la oposición y lo estuve haciendo durante 13 meses en los que, apenas, hice otra cosa. Fueron muchas luchas con el objetivo de que me validaran para poder acceder a los exámenes y, para que mi preparadora, se diera cuenta que no era sólo mujer con una gran discapacidad sino que era una persona a la que le gustaba lo que estaba haciendo y que podría llegar a aprobar esa posición. Cuando decidí que no seguiría con la oposición porque no estaba teniendo una respuesta positiva a la posibilidad de acceder al Cuerpo de Notarios, mi preparadora comentó que quería presentarme ya porque había superado las expectativas de las personas que ella tenía preparando y que quería probar porque llevaba muy bien la velocidad del temario. Al mismo tiempo, había sido admitida en el Master de Dirección y Administración de Empresas promovido por Fundación ONCE.

Se me planteaba una disyuntiva; seguir estudiando una oposición que nadie me aseguraba ni tan siquiera poder presentarme por el tema de la discapacidad o realizar un Master con prácticas que me podía facilitar el acceso a un trabajo. 

Opté por la segunda opción. Fue una decisión muy difícil pero, a día de hoy, no me arrepiento porque he trabajado en una organización que valora la discapacidad y que trabaja para que la sociedad sea igual para todas las personas. En ella, me han enseñado los valores del trabajo en equipo y que todas las personas aportamos. Simplemente, valoran las capacidades, lo que cada persona realiza y facilita los sistemas de apoyo que necesite. Eso es Fundación ONCE. Un lugar lleno de profesionales que te hacen sentir que estás en el lugar adecuado para ofrecer a la sociedad lo que la sociedad necesita saber de la discapacidad. Y encontré a una de esas personas que te enseñan que todo es posible y que te acompaña a seguir tu camino sea cual sea.

Por último, nunca dejemos de luchar porque siempre hay salidas si nos acompañamos de gente que nos aporta. 

 

Elena Cruz González
Colaboradora Fundación ONCE
Jurista/Experta en Vida Independiente
Fundacion ONCE

 

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