¿Es integración o es inclusión?
Si preguntamos a cualquier familia con hijos si en su cole hay niños con discapacidad, seguramente nos dirán que por supuesto, que hay niños con necesidades especiales y que realizan actividades con su hijo, se contempla como algo habitual y normal.
No hay duda de que los alumnos con necesidades educativas especiales se educan también en centros ordinarios y son una parte más del puzzle que conforma nuestra sociedad, y nuestros centros tal y como hoy en día están organizados.
Pero esta convivencia ¿es integración o es inclusión? Pues es ambas cosas, y es para todos los niños independientemente de la discapacidad que presenten, porque así lo dicen las leyes que regulan la actuación de los colegios españoles.
Los términos integración e inclusión no son sinónimos, la integración es un comienzo, y la inclusión un paso más.
El término integración referido al entorno escolar aparece por primera vez en la legislación española en el Real Decreto de Ordenación de la Educación Especial en 1985. Se trataba de uno de los principios básicos de la norma, muy unido al de Normalización. Entonces se establece un marco jurídico para que los alumnos con discapacidad, sea del tipo que sea, mientras no necesite de otras especialidades, puedan asistir a los centros ordinarios en condiciones de igualdad, siendo atendidos con un sistema de apoyos y refuerzos.
Pocos años después, en 1990 en la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD), se enuncia por primera vez el concepto de inclusión, recogido posteriormente en nuestra Ley Orgánica de educación (LOE) de 2006. Este concepto supone un paso adelante en la atención a los alumnos con necesidades educativas especiales. Ya no son ellos los que deben adaptarse a la escuela, sino que es ésta, la institución, la que se adapta y flexibiliza para procurar a cada alumno el mejor entorno y medidas en su proceso de enseñanza aprendizaje.
Este espíritu de escuela flexible rige hoy nuestro sistema educativo. En la LOMLOE 2020, la escuela inclusiva se convierte en un principio fundamental y en un compromiso para conseguir que la administración educativa sea capaz de vertebrar los ajustes necesarios ya sean metodológicos, curriculares, de acceso, etc., para que todos los alumnos y no sólo los ACNEEC (Alumnado de integración o educación especial) consigan el máximo desarrollo de sus capacidades individuales.
Ya sea en la modalidad de inclusión total, parcial, o aula de apoyo a la integración, la forma de trabajar viene determinada por las necesidades individuales de cada alumno. Se establecen como estrategias el refuerzo educativo, que se da dentro del aula normalmente, y las adaptaciones del currículo, ya sean o no significativas, es decir que modifiquen los contenidos u objetivos del currículo que marca la ley educativa para su curso.
Como profesora de pedagogía terapéutica (PT)*, observo a diario la realidad de los centros educativos, en los que conviven los hijos de una sociedad cambiante y rápida, mixta y diversa, que lucha por no perder el tren de la actualidad y los nuevos tiempos. Ahora es necesario respetar las diferencias y la individualidad del otro y además, aprender a trabajar con él, profesores y alumnos, ya que los niños aprenden de una forma muy poderosa de y con sus compañeros.
Como apuntan los psicólogos Piaget y Vigotsky, cuando los alumnos trabajan juntos, necesitan escucharse para realizar tareas, ya que su inteligencia y comprensión de las cosas es desigual. Poner las ideas en común, organizarlas y resolver la tarea o problema comprendiendo otros puntos de vista es lo que hace que aprendan. Dicho esto, y apelando al aprendizaje cooperativo, tan valorado en los colegios, los alumnos se convierten en potentes herramientas para el aprendizaje que funciona en ambas direcciones, todos aprenden de todos.
Entonces ¿cuál es el papel del profesor aquí? Ser una fuente más de conocimiento y trabajar para convertirse en un guía en este proceso de trabajo en común. Cualquier niño, con discapacidad o no, se beneficia de este cambio de roles y aporta su conocimiento, igual de valioso por tratarse de otra perspectiva, a los demás.
Estas nuevas metodologías y posicionamientos dentro del aula, necesitan de actitudes de respeto ante la diversidad. Todos aprendemos juntos partiendo de nuestras propias experiencias y realidad. Cada vez es más necesario para nosotros, profesores, aprender habilidades sociales y de comunicación que faciliten esa cooperación y que sólo se aprenden en contacto con el otro.
Conseguir una buena capacidad de socialización de nuestros alumnos, sean o no de necesidades educativas especiales, es una tarea que los docentes sabemos que es prioritaria y que a menudo van acompañando a una escolarización positiva y feliz. Esto no es nada despreciable si tenemos en cuenta que, en muchos casos, los momentos en los que el alumno está en el centro, son los únicos en los que tiene relación con sus iguales.
Como conclusión, como dicen Johnson & Johnson nuestra sociedad necesita que formemos personas que aprendan a trabajar, a divertirse y a aprender con el otro, por encima de las diferencias de cada individuo y las distintas capacidades. Sólo así podremos dar respuesta a los retos que nos impone esta nueva realidad, como dice Pedro Salinas, al menos yo, “quiero sacar de ti tu mejor tú".
Gema González Aznar
Profesora de Educación Especial de la especialidad Pedagogía Terapéutica
(PT). Colegio La Milagrosa de Madrid
*PT es el acrónimo usado para referirnos al maestro/a de Educación Especial de la especialidad Pedagogía Terapéutica. Su finalidad primordial es propiciar la integración e inclusión del alumnado con necesidad específica de apoyo educativo mediante la atención preferente y directa; el asesoramiento en materiales curriculares adaptados a este alumnado y el consejo y apoyo al profesorado del centro.