No podemos hablar de discapacidad de forma generalizada. Existen varios tipos de discapacidad (sensorial, intelectual, mental, física…) y dentro de cada tipología, distintos grados. A la hora de realizar cualquier trabajo juega un papel esencial el grado de afectación y el tipo de empleo a desempeñar. Tener limitadas ciertas capacidades no significa carecer de las habilidades necesarias que se requieren para desempeñar gran cantidad de puestos de trabajo.
Actualmente solo una de cada cuatro personas con discapacidad en edad de trabajar tiene un empleo. La tasa de paro superó en más de seis puntos a la de la población sin discapacidad (22,2% frente a 15,4%). Informe del Instituto Nacional de Estadística (INE -diciembre 2021).
Hay que conocer las barreras a las que se enfrentan las personas con discapacidad cuando buscan o desempeñan su trabajo. La mayoría de las veces son barreras invisibles, que están ahí y que nos cuesta admitir como es la predisposición negativa que de manera inconsciente podemos tener ante una persona con discapacidad. A priori, en muchas ocasiones, se tiende a pensar que “no van a ser capaces”, que “su rendimiento como empleado va a ser menor que el del resto”, que son “diferentes a nosotros”, que quizá sean “más lentos que el resto”, que haya que “explicarles las cosas muchas veces”, que habrá que “ayudarles más” o que se van a convertir en “un lastre en tu trabajo diario” si tienes que trabajar a su lado o ser su responsable directo. En muchas ocasiones, incluso juzgamos por su aspecto lo que puede y lo que no puede hacer.
Pero nada más lejos de la realidad, las personas con discapacidad están acostumbradas a superar barreras y tienen por tanto un espíritu de superación mayor que el resto. Es cierto que tienen limitaciones, pero es por esto que desarrollan en mayor grado otras capacidades. La experiencia nos demuestra que su nivel de productividad es igual al del resto. Son trabajadores capaces y responsables.
Por ejemplo, una persona con discapacidad auditiva desarrolla otras capacidades como la capacidad de concentración siendo más meticulosos en el trabajo que llevan a cabo. A Ellos no les afecta el “ruido externo”, no tienen alteraciones en el entorno, por ello su capacidad de concentración puede ser mayor y van a ser muy buenos en los puestos de trabajo en los que este requerimiento sea importante.
La integración de personas con discapacidad en el mercado de trabajo resulta imprescindible para progresar como sociedad. Cada vez son más las empresas que se vuelcan en su responsabilidad social corporativa y son conscientes del valor que aporta la contratación de personas con discapacidad en la compañía y en sus equipos. Fomenta la diversidad, mejora el clima laboral, normaliza las diferencias eliminando barreras y prejuicios, potencia valores de esfuerzo y superación. Además, es una responsabilidad de todos más allá de la obligación legal. En España, la actual legislación obliga a que las empresas con más de 50 trabajadores tengan, al menos, un 2% de su plantilla de personas con certificado de discapacidad superior al 33%.
De hecho, los puestos solicitados por parte de las empresas para personas con discapacidad son los mismos que los puestos a los que optan las personas que no la tienen: puestos administrativos, caja, limpieza… y perfiles cualificados. La integración en las empresas debe partir de una política de recursos humanos abierta a la diversidad y centrada en las competencias profesionales y no en las etiquetas ni en la condescendencia.
No podemos fijarnos solo en la limitación hay que poner el foco en las capacidades como son la perseverancia, la resistencia… Las barreras se vencen conociendo la realidad de las personas con discapacidad. Es posible que esto requiera una pequeña adaptación en función del puesto que desempeñe la persona a contratar. Cada discapacidad es diferente al igual que su adaptación.
El 6,3 % de las personas en España tienen discapacidad. Las personas con discapacidad sensorial auditiva o visual y quienes tienen una discapacidad física o de movilidad son las que registran una tasa mayor de empleabilidad frente a quienes tienen una enfermedad mental o una discapacidad intelectual: solo un 15,8% y un 17,4%, respectivamente, tienen un empleo.
Sabemos que más de la mitad de las personas con discapacidad tienen una discapacidad sobrevenida; por un accidente, una enfermedad... Esto significa que muchas de estas personas han tenido que “reinventarse” en un momento dado para salir adelante y que cualquiera de nosotros somos susceptibles de tener una discapacidad en cualquier momento.
Las personas con discapacidad están sin duda entre las más vulnerables. La pobreza y la exclusión social están ligadas de forma inextricable, constituyendo la falta de empleo una de las principales causas de pobreza. Para las personas con discapacidad, la situación en relación con el empleo dista de ser la ideal. En término medio, el porcentaje de participación de las personas con discapacidad severa en el mercado laboral es inferior al correspondiente a la mitad de los trabajadores sin discapacidad (VII informe Foessa 2019).
Esta normativa ayuda, pero no parece ser suficiente, tal y como demuestran los datos: 2 de cada 5 personas con diversidad funcional se encuentran en situación de pobreza o exclusión social, según el Observatorio sobre Discapacidad y Mercado de Trabajo.
En estos últimos años el teletrabajo es una realidad y se alza como una fórmula eficaz para potenciar el empleo de muchas personas con discapacidad funcional o física. Es importante que a estas personas se les forme en herramientas tecnológicas.
El mayor inconveniente lo encontramos en el periodo de adaptación. Para todas las personas que se incorporan a una empresa este periodo es muy importante para el conocimiento de la empresa y para una verdadera integración. En el caso de las personas con discapacidad esta necesidad aumenta. Para que la integración sea real, es necesario esa parte social y apoyo entre compañeros.
En Fundación Integra apostamos por la empleabilidad de las personas con diversidad funcional, más allá de la ley o la RSC, por la integración la y contratación “sin etiquetas”.
Natalia Rodríguez
Responsable del área de empleo discapacidad
Fundación Integra
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