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Foto con un surtido de diferentes filetes de carne roja

Si bien la carne forma parte de una dieta sana y equilibrada, no debemos superar las recomendaciones sobre su consumo en cuanto a cantidad, tipo de carne y forma de cocinarla. A este respecto, la Fundación Española del Corazón recomienda en un interesante post utilizar formas de cocción que no incorporen grasas adicionales (hervir en guiso, hacerla a la plancha o a la parrilla), consumir en torno a tres raciones a la semana y limitar las carnes procesadas como salchichas o embutido. 

En este sentido, es conveniente saber que: 
•    100 gramos de ternera contienen 11 gramos de grasa y 70 de colesterol. 
•    100 gramos de cerdo, 25 de grasa y 72 de colesterol.
•    100 gramos de pollo, 4,3 de grasa y 87 de colesterol.
•    100 gramos de cordero, 19 de grasa y 78 de colesterol
•    100 gramos de conejo, 8 de grasa y 6 de colesterol.
•    100 gramos de hígado de ternera, 3,8 de grasa y 300 de colesterol. 

Además, cada tipo de carne tiene una cantidad diferente de grasas saturadas (se puede consultar la cantidad exacta en la Guía de Compras para una Alimentación Saludable). Entre las que presentan un contenido más bajo se encuentran las carnes de pollo y de conejo, y esta es una de las razones por las que las carnes blancas se hayan convertido en buenas aliadas de la alimentación saludable.

Pero, ¿por qué tomar carne si tiene grasa y colesterol? La respuesta de los expertos es que también nos surte de nutrientes que necesitamos. Las carnes aportan entre un 16 y un 22 % de proteínas de alto valor biológico y también son una buena fuente de vitaminas, principalmente, del grupo B. Por otra parte, son ricas en hierro del tipo hemo, que presenta mejor absorción que el hierro no hemo presente en alimentos de origen vegetal. Además, aportan minerales, zinc y potasio.

En caso de que en alguna ocasión consumamos carnes procesadas, conviene leer el etiquetado para escoger las menos perjudiciales. El Programa de Alimentación y Salud (PASFEC) de la Fundación Española del Corazón tiene como objetivo simplificar esa tarea para el consumidor, pues ese análisis detallado del etiquetado ya la ha realizado previamente un Comité Científico integrado por expertos en nutrición y cardiología. Así, cuando un producto se identifica con el sello del programa, se asegura que el mismo tiene una propiedad saludable y que, en base a esta, su composición puede ser mejor por su incidencia en la salud cardiovascular que la del resto de productos de su categoría. Además, no sólo se verifica la realidad de la declaración de salud que utilice en el etiquetado (reducido en sal, rico en fibra, bajo en grasas o lo que en cada caso destaque), sino también que en la composición nutricional que se detalla en el mismo no se exceden los límites razonablemente establecidos de otros elementos que puedan ser considerados negativos para la salud cardiovascular (grasas, azúcares, sal, etc.). 

 

Foto con un surtido de diferentes filetes de carne roja

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