La historia de la Fundación Carmen Pardo-Valcarce se remonta nada menos que a 1948, fue entonces cuando Carmen Pardo-Valcarce escuchó la petición de las personas que, enfermas de lepra, vivían en la leprosería de Trillo, en Guadalajara. El deseo unánime de aquella gente fue el de que sus hijos pudieran criarse y educarse en un entorno libre de la enfermedad.
Jaime Peidró, director de Relaciones Institucionales de la Fundación Carmen Pardo-Valcarce, ha visitado Edición Limitada para contarnos en qué consiste la actividad de la institución, cuyo objetivos es "trabajar por los derechos y la participación en nuestra sociedad de las personas con discapacidad intelectual". Un fin que se ha ido adaptando a los nuevos tiempos, a las nuevas enfermedades y a las nuevas situaciones de dependencia.
En los últimos años, la Fundación Carmen Pardo-Valcarce, siguiendo el camino de integración social de las personas con discapacidad intelectual, ha emprendido una nueva línea de trabajo centrada en la investigación de aquellos aspectos que afectan a la salud mental, inclusión laboral y calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual. Pero, estas investigaciones no pretenden una mera acumulación de conocimientos, sino que persiguen encontrar resultados de utilidad que puedan ser aplicados en la práctica, no sólo para ofrecer mejores servicios a sus usuarios, sino para contribuir a mejorar la participación de las personas con discapacidad intelectual.