Elena Chavarri
"Todo es posible en la vida. Si tú crees que puedes, lo conseguirás"
Cuando la vida te pone delante un reto, tienes que saltar y superarlo. Esta es la filosofía de Elena Chavarri, una joven navarra de 31 años que sabe muy bien el significado de las palabras lucha y recompensa. Elena es trabajadora social y tiene una discapacidad física como consecuencia de la Espina Bífida, una malformación congénita dentro del espectro de los Defectos del Tubo Neural (DTN), que no le ha impedido luchar por conseguir lo que desea.
Cuidadosa con las palabras, a las que dota de un significado certero, nos aclara que ella no sufre Espina Bífida, sino que la expresión inadecuada para ella pero comúnmente utilizada para referirse a la enfermedad es “afectada de Espina Bífida”. Lleva peleando toda la vida con esta puntualización porque “yo no me siento una persona que sufre. Simplemente es una característica que me define, con la que vivo y ni la sufro ni la padezco, ni me sienta afectada de”. A causa de la Espina Bífida, Elena camina con muletas, con la ayuda de unas férulas por debajo de la rodilla.
Su infancia, recuerda, pasa por su no adaptación al aula. Era una niña a la que le costaba entablar relaciones con sus compañeros y se pasaba los recreos “sola en clase avanzando las tareas porque me costaba mucho estudiar”. Encontró la excusa perfecta: “para no pasar el mal trago de ir al patio y que nadie me aceptase, me quedaba en clase y así adelantaba deberes”. Situación que vivió con normalidad, porque “como eres una niña no eres realmente consciente de la realidad. Y era muy conformista, porque esa era mi realidad y también era un poco en beneficio propio. Me costaba la vida estudiar y ese tiempo me venía muy bien”. Una realidad que veía entonces casi con normalidad. Ahora, con 31 años, la perspectiva es diferente.
Su familia era “muy protectora” con ella, “porque como el grupo no me aceptaba, yo me cobijaba mucho en casa. Elena recuerda que cuando no estaba en el cole, o bien estaba en casa por la tarde haciendo las tareas de clase, o bien en el médico, “con mi madre a todos lados”. “Durante mi infancia he pasado media vida en el hospital y la otra media en casa y en el cole”. Ese era su mundo, una realidad que recuerda con total normalidad porque era la suya.
En la etapa de instituto esa realidad no cambió demasiado. Sus padres le compraron una bicicleta de tres ruedas, ya que tenía más estabilidad con dos ruedas en la parte trasera, para acudir a clase, ya que el instituto le quedaba algo más lejos de casa que el colegio. “Me daba tanta vergüenza que me viese la gente llegar en bici a clase que me iba media hora antes de la hora de entrada y escondía la bici en el hueco debajo de la escalera para que nadie la viese”. Era la época de la pubertad y seguía teniendo alguna dificultad para integrarse con sus compañeros. “Toda mi etapa educativa ha sido así”. Aunque la historia cambia cuando llega a la universidad. Si bien al principio también le costó, al final la relación con los compañeros sería normal. Asegura que ayudó estudiar Trabajo Social, ya que es una carrera en la que todos partían de la misma base, “todos con la idea de que podíamos cambiar el mundo. Además, a esa edad yo ya tenía las herramientas suficientes para decir que a mí no me va a desintegrar nadie”.
A la familia le costó aceptar que Elena estudiase una carrera como Trabajo Social, porque ya el resto de la sociedad piensa que por ser afectado de Espina Bífida el futuro profesional pasa irremediablemente por trabajos administrativos. “Mi familia pensaba un poco así pero creo que por tranquilidad, por mi seguridad. Eso me tocó pelearlo un poco. A mí lo que me motiva es la gente, trabajar con cerebros, con personas y no con papeles”. Hacerles cambiar de idea le costó un poco. Hoy su familia ha comprobado que Elena ha elegido aquello que realmente le gusta y se siente muy orgullosa de ella, “aunque no lo verbalizan”. Pero la primera persona que se siente orgullosa de lo conseguido es ella misma y se muestra muy feliz. Sobre todo cuando hablamos de este año, 2016, que le ha cambiado tanto la vida. “2016 es mi año”, afirma. Trabaja como educadora en la profesión que eligió tras pasar tres años en Málaga trabajando como vigilante de sala en un museo. Época que para ella “ha sido toda una experiencia de vida” que le ha ayudado a ser una persona nueva, diferente, más extrovertida y mucho más fuerte.
Tuvo que volver a su ciudad el año pasado por problemas de salud y en el mes de febrero, la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (COCEMFE) la contrata para trabajar como educadora en un piso, que forma parte de un proyecto de Autonomía e Independencia para personas con discapacidad física. Está tan contenta con este trabajo que parece un traje a su medida. “Es tan para mí que parece que este puesto lleva mi nombre. Es un lujo poder trasmitir, empapar, inculcar, enseñar, no sólo lo que he estudiado, sino mi historia personal y que los chic@s se vean reflejados en mí. Me considero una gran afortunada de la vida, de verdad”. Ahora Elena es independiente, vive sola, como cualquier joven de su edad, tiene un trabajo que le apasiona y toma sus propias decisiones sin la necesidad de depender de nadie. “Es una auténtica lotería”.
Al mirar atrás nuestra protagonista reconoce que todo el camino ha merecido la pena. Es una mujer optimista que afronta cada día con ilusión, como un reto más a superar y a disfrutar porque, “de lo malo siempre saco algo bueno, siempre!”. Ella tiene un lema que sigue a rajatabla, que marca su vida, su alma y su piel: “Everything is posible”. Asegura que salir de su zona de confort le cambió la vida. “¡Qué bueno es salir del nido, volar en todos los sentidos! Aprendes a redescubrirte a ti mism@”.
Un lema que lleva a la práctica, y que le ha hecho cambiar radicalmente. Si cuando era niña, por ejemplo, no se atrevía a preguntar nada porque podía más la vergüenza que la duda, hoy siente la libertad necesaria para resolver las dudas que tenga sin problemas. Y un lema que les llega a sus alumnos a través de su actitud, su vitalidad y su ejemplo. Un@s alumnos a los que Elena intenta inculcar valores muy concretos, como que se hagan valer por ellos mismos, que no permitan que nadie les infravalore. Romper con el tú no puedes, tú no vales, tú no sirves. “Si tú crees que puedes conseguirlo, nada ni nadie puede quitarte las ganas ni la ilusión de hacer las cosas”.
Reconoce que no le gustan las personas que no sonríen, que no sueñan. Que no ven nada positivo en las cosas del día a día. “Aquellas sobreprotegidas, que no luchan por salir de su zona de confort, haya o no motivos”. Porque, como nos reconoce, su único miedo es “no tener sueños por los que luchar”. De hecho mirando al futuro se muestra “abierta a lo que venga. Si llega algo malo, lucharé contra lo que sea, y si viene algo bueno lo recibiré con los brazos abiertos”.