Enhamed Enhamed
"Gané la ceguera y, gracias a ella, todos los días tengo una razón para seguir haciendo cosas"
Considerado el mejor nadador paraolímpico de todos los tiempos (Las Palmas de Gran Canaria, 11 de septiembre de 1987), Enhamed Enhamed no deja de buscar nuevas metas cada día. "Metas en lo personal, profesional y en las relaciones con los demás. Éstas son las tres áreas fundamentales que debemos cultivar, y todas ellas al mismo tiempo. Debe haber un equilibrio entre las tres", explica.
A los ocho años se quedó ciego debido a un desprendimiento de retina. Tan pequeño, no le resultó complicado adaptarse: "Fue un acontecimiento más al que inconscientemente me adapté, sobre todo porque comencé a estudiar en un colegio con otros chicos que también eran ciegos o deficientes visuales". Pero lo complicado llegó cuando a los 13 años continua sus estudios en un instituto donde, entre mil estudiantes, era el único ciego. "Entonces me di cuenta de que la ceguera sí que podía ser un obstáculo y que me hacía ser diferente a los demás. Ya no era Enhamed el amigo con el que me peleo o juego, sino el ciego. Una etiqueta que eclipsa cualquier otra peculiaridad que se tenga como persona".
En ese momento, se refugió en la natación (había aprendido a nadar a los nueve años, después de quedarse ciego) como un camino de desarrollo personal, aunque sus metas se ampliaron cuando su entrenador le comentó que tenía posibilidades de ir a un internacional. "Una vez que empezamos a entrenar, mi meta fue llegar a las Olimpiadas". Entonces pasó de entrenar dos a cuatro horas al día, y luego siete. Por fin, en 2004 participó en los Juegos Paraolímpicos de Atenas y regresó con dos medallas de bronce. Este acontecimiento cambió la forma en que los compañeros y profesores del instituto miraban a Enhamed. Ya no era sólo el ciego, sino el olímpico. Además, se había convertido en un ejemplo de constancia y tesón. "Me di cuenta de que las victorias cambian siempre el punto de vista. El éxito cambia el modo de ver el trabajo y a la persona".
El Mundial de Sudáfrica, en 2006, fue su siguiente reto. Ahí consiguió dos medallas de plata y cuatro de bronce, pero no quedó satisfecho y, según cuenta, tuvo una crisis durante dos meses: "Estaba bastante perdido y pensaba que no tenía sentido que invirtiera tanto esfuerzo en algo que no me aportaba ninguna mejora. En ese momento, me preguntaba qué es lo que provoca que, aunque consigamos eso por lo que tanto hemos trabajado, sintamos que no ha merecido la pena". Y llegó a la conclusión de que si sentimos que no progresamos, la vida no avanza, porque todo lo que no crece, muere.
Ver En busca de la felicidad supuso un punto de inflexión en este momento de búsqueda. En una escena de este película Will Smith, que es el protagonista, le dice a su hijo: "No dejes que nunca nadie te diga lo que puedes o no puedes hacer" y Enhamed se sintió identificado con esta idea, pues estaba un poco cansado de escuchar que no podía aprender ciertas técnicas o saltos o estudiar de tal manera porque no veía. Y, aunque era consciente de que no lo hacían con maldad, sino para evitar que se decepcionara, comprendió que ellos no eran ciegos y que, por lo tanto, tampoco conocían qué es lo son capaces de hacer los invidentes.
También entendió que entrenar siete horas diarias estaba bien, pero que era imprescindible trabajar su mente si quería conseguir sus metas. "No somos personas sin recursos, sino que tenemos estados mentales sin recursos". A partir de entonces, se propuso encontrar maneras para cambiar su forma de pensar todos los días. Y lo primero que hizo fue marcarse un objetivo muy ambicioso: ganar un récord del mundo. En su opinión, "cuando apuntas al 10 es bastante posible que consigas el siete o el ocho". Y reconoce que "no tenía ni idea de cómo iba a hacerlo, pero tenía que intentarlo", además, tiene claro que "necesitamos un destino, una meta, un objetivo para estar motivados y sacar lo mejor de nosotros".
Trabajar con sentido y una meta clara le ayudó a conseguir el reto que se propuso en el Campeonato del Mundo de 2007, que se celebró en Brasil. A ello se suman las cuatro medallas de oro en los Juegos Paraolímpicos de Pekín (2008). En estos Juegos tuvo una charla con un niño que le preguntó si cambiaría las medallas por volver a ver. Y su respuesta fue negativa, "no por las medallas, que son lo que son, un objeto, pero el hecho de haberme quedado ciego me ha llevado a aprender a nadar, a buscar algo, a esforzarme cada día para poder vivir mi vida en las condiciones que yo quiero. Simplemente por el camino que he emprendido ha merecido la pena. Por eso, siempre digo que "gané la ceguera, porque gracias a la ceguera todos los días tengo una razón para seguir haciendo cosas".
En los Campeonatos del Mundo en Eindhoven en 2010, obtuvo cuatro oros y una plata y, en el Europeo de Berlín, en 2011, cinco medallas. Pero sus logros no se reducen a la natación, también ha afrontado retos como el Ironman de 2014 en Lanzarote y la escalada al Kilimanjaro. Y, en 2015, publicó su libro Ironmind, donde el nadador paraolímpico comparte vivencias, reflexiones y experiencias que sugieren claves para salir adelante en la vida, superando los obstáculos que pueden surgir.
Actualmente, vive entre Madrid y San Francisco y tiene su propia empresa en la que ejerce como coach impartiendo charlas a empresas, deportistas y estudiantes y transmitiendo conocimientos para la superación y motivación personal. Se siente muy satisfecho, pero quiere seguir creciendo y hacer llegar su mensaje al mayor número de personas posible. Este mensaje se basa en tres ideas fundamentales:
- "Necesitamos tener un propósito en nuestra vida, no un qué, si no un para qué. Cuál es el propósito de lo que hacemos en nuestra vida a largo plazo. En nuestra vida en general, el sentido".
- "No son las circunstancias las que nos afectan, sino nuestra interpretación de las circunstancias. No es lo que nos ocurre sino lo que tomamos de lo que nos ocurre".
- "El agradecimiento es clave. Nunca podemos dar las suficientes gracias a nuestra vida y a nosotros mismos".