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Pablo Pineda

Si te aceptas como eres vas a explotar al máximo tus capacidades sin complejos. Lo puedes hacer y lo vas a demostrar

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“¿Soy tonto?, ¿puedo seguir estudiando?”, le preguntó Pablo Pineda al profesor Miguel López Melero. La respuesta de su mentor a la primera pregunta fue clara: “No”, que fue seguida de un contundente: “Por supuesto”. Pablo tendría unos 8 años y su preocupación principal, más incluso que saber qué significaba e implicaba tener síndrome de Down, era si podía seguir formándose. “Realmente me enteré, de una manera científica, qué era el síndrome de Down cuando comencé la universidad”, reconoce Pablo.

Imagen de Pablo PinedaEste malagueño de 42 años, recuerda una infancia “feliz con mi familia. Me sentía querido y aceptado, como un hermano más”. La adolescencia, en líneas generales, también, aunque con matices. “En segundo de BUP no me aceptaban y me ninguneaban, pero sólo fue ese curso y el resto fue muy bien. Son etapas que pasas y hay que acostumbrarse a que hay personas que te aceptan y otras que no”, asegura.

Pablo es optimista y sin complejos, “palabra que no existe en mi vocabulario. Cada persona debe valorarse tal y como es para poder explotar su talento y capacidades. A partir de ahí, hay que luchar para reivindicar el sitio que nos corresponde y demostrar lo que valemos”. Un consejo que debería aplicarse la sociedad en su conjunto, no sólo las personas con discapacidad.

Su inquietud por aprender y estudiar ha hecho posible que Pablo se convierta en el primer europeo con síndrome de Down en terminar una carrera universitaria, concretamente Magisterio. “Ser pionero implica una enorme responsabilidad, que se resumen en dar voz a un colectivo que nunca la ha tenido. Las personas con síndrome de Down podemos llegar a donde nos propongamos y la sociedad debe saberlo. Por eso, todos mis logros son personales, pero desde la perspectiva de una responsabilidad colectiva en pro del síndrome de Down, la inclusión y los derechos sociales”, explica.

Si bien Pablo decidió estudiar Magisterio, “porque tengo vocación de maestro y siempre me han gustado mucho los críos”, a causa de los prejuicios actuales y del vacío legal, no ejerce como tal. “Pregúntale a un padre si quiere que el maestro de su hijo sea una persona con síndrome de Down. Es difícil”, asegura. Evidentemente, aún tienen que cambiar muchas cosas.

No obstante, Pablo está convencido de la importancia del aprendizaje continuo y predica con el ejemplo, ya que le quedan cuatro asignaturas para licenciarse en Psicopedagogía. “En la sociedad en la que estamos, si no te formas no tienes nada que hacer y mucho menos si tienes síndrome de Down o alguna otra discapacidad”.

Actualmente, Pablo trabaja en la Fundación Adecco donde imparte charlas de sensibilización para motivar a las empresas sobre la importancia de contratar a personas con discapacidad y para que los trabajadores “abran los ojos y nos vean desde otra óptica. Somos personas que también podemos trabajar y las empresas deben aprovechar el talento que tenemos y apostar por nosotros”.

En su opinión, la inserción laboral y la igualdad de oportunidades de las personas con discapacidad debe ser un tema prioritario para la sociedad. “Una realidad que afecta a todos: nosotros debemos tomar las riendas de nuestra vida, los padres deben abandonar actitudes paternalistas y sobreprotectoras, los empresarios y trabajadores tienen que ser conscientes de nuestras capacidades y los políticos deben incluir la discapacidad en sus agendas”, explica.

A pesar de su extensa formación y de su trabajo como conferenciante, Pablo tiene que demostrar todos los días de su vida, desde que se levanta hasta que se acuesta, lo mucho que vale “y es agotador”. “Pero también le pasa a otros colectivos como el de las mujeres o los homosexuales. Por fortuna, con el tiempo los prejuicios van disminuyendo y la sociedad de ahora no tiene nada que ver con la de hace 30 años. Al contrario, hay una legislación y una sensibilidad social. Los medios de comunicación también han hecho muchísimo, así como las campañas de publicidad. Todo ello influye en dar más visibilidad y que se normalice la discapacidad”.

Pablo también ha tenido que derribar diferentes barreras a lo largo de su vida. “La gran barrera es la del discurso del no que hay en la sociedad: no va a poder hacerlo, no va a poder aprender… Sobre todo porque detrás del no viene el paternalismo, la sobreprotección e, inevitablemente, la desigualdad”, insiste. Sin embargo, se muestra convencido de que poco a poco va cambiando.

Actor y escritor

Imagen de Pablo PinedaMaestro, conferenciante y también actor. Faceta en la que ha llegado a lo más alto, porque fue galardonado con la Concha de Plata al mejor actor en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián de 2009 por la película Yo, también.

Cuando los directores del film le propusieron participar “me quedé a cuadros. La interpretación era un mundo totalmente ajeno al mío y en el que no me había formado. Al principio tenía mis dudas, pero después me picó el gusanillo. Me hicieron una pequeña prueba y me di cuenta que lo hacía bien y que, además, me gustaba”, recuerda.

La sensibilidad con la que se trataba la realidad de una persona con síndrome de Down fue determinante, pero lo que más le influyó “fue que uno de los directores tiene una hermana con síndrome de Down y el propio productor, Julio Meden, una hija”. Aunque la experiencia, que define como inolvidable, le encantó “no volvería a repetir. Como actor siento que he conseguido lo máximo, que es la Concha de Plata. Si seguía, ¿iba a hacer lo mismo? Además, si entonces buscar financiación para la película resultó muy complicado, en la situación económica actual me parece casi imposible”.

En 2014, desde la Fundación Caser, se premió el programa que presentaba Pablo en TVE "Pensar en Positivo".

Por otra parte, Pablo ha publicado dos libros El reto de aprender y Niños con capacidades especiales: manual para padres. “Ya sólo me queda plantar un árbol y tener un hijo”, bromea.

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